domingo, 15 de mayo de 2022

Detectives victorianas [Reseña | Libro]

 Detectives victorianas
Michael Sims.
2017.
304 páginas.

Sinopsis
En los últimos años de la era victoriana, la opinión pública británica estaba fascinada —¡y preocupada!— por esa sospechosa figura conocida como la nueva mujer. Montaba en bicicleta, conducía esos peligrosos automóviles y no le gustaba en absoluto que le dijeran lo que tenía que hacer. También en la novela policiaca, estas mujeres rompían todas las reglas: en lugar de asistir a recepciones para tomar el té y conversar sobre las últimas tendencias de la moda, estas detectives pioneras preferían perseguir a un sospechoso bajo la espesa niebla de Londres, tomar ellas mismas las huellas dactilares a un cadáver o, incluso, cometer algún delito menor para así resolver un caso especialmente difícil.
Esta antología reúne por primera vez a las más grandes luchadoras contra el crimen de la época —y también a algunas selectas delincuentes—, como Loveday Brooke, Dorcas Dene o Lady Molly, predecesoras de las modernas damas del crimen. Relatos inteligentes, dinámicos y extremadamente divertidos, de mujeres que, por fortuna, se negaron a ocupar el estrecho lugar que la sociedad les tenía reservado.

Cómo siempre que se trata de una compilación de cuentos, la clasificación es la siguiente:

No pierdas el tiempo (*)
Entretenido (**)
Imperdible (***)
Extraordinario (****)

Del prólogo:

«El lector comprenderá que la mujer detective cuenta con muchas más oportunidades que el hombre para vigilar en la intimidad, y para seguir de cerca asuntos en los que un hombre no podría fisgar a su antojo».
Señora G., en The Female Detective (1864)

No es de extrañar que tales multitudes atrajeran a todo tipo de carteristas y rateros. En la calle podía darse cualquier delito: desde el «palo» orquestado por un trío de carteristas hasta la brutal pedrada al escaparate. Las casas particulares, ya fueran mansiones o habitaciones alquiladas, eran menos seguras que ahora, y recorrer de noche los callejones no era recomendable para los corazones delicados. Desvalijamientos, robos a mano armada, asaltos, asesinatos, infanticidios, violencia conyugal, crímenes motivados por el odio racial: uno podía encontrar cualquier depravación que se le antojase. Era una época muy parecida a la nuestra.
Conocerán a Dora Myrl, la joven vivaz, y a Amelia Butterworth, la madura sardónica. Se toparán tanto con una tragedia sustanciosa desentrañada por Violet Strange, una joven de mundo, como con la rutina profesional de policías como la señora Paschal, y con las aventuras de la infatigable detective privada Loveday Brooke. De las protagonistas del libro, solo Sarah Fairbanks, la intuitiva narradora del relato de Mary E. Wilkins, «El brazo largo», no es un personaje de una serie. Únicamente un personaje, la Amelia Butterworth de Anna Katharine Green, es en realidad una detective aficionada; no colabora ni con la policía ni con una agencia de investigación —a pesar de que en sus últimas apariciones se gana el respeto de Ebenezer Gryce, el ya famoso detective de Green al que había presentado en 1878 con El caso Leavenworth—.
En la mayoría de los casos he leído todas las entregas de la serie para elegir la mejor. En un par de ocasiones me encontré con dos o tres nominadas de la misma fuerza, y elegí la que había aparecido con menos frecuencia en antologías. También hallarán en este libro el primer capítulo de la destacada y divertidísima novela de Anna Katharine Green El asunto de la puerta de al lado, el debut de la entrometida solterona Amelia Butterworth, que es a todas luces la clara antepasada de la señorita Marple, de Agatha Christie, aunque más tridimensional y creíble como personaje. En esta selección no podrán ustedes seguir el misterio hasta su desenlace, pero comprenderán por qué la veloz y gráfica Green fue una de las escritoras con más influencia en el género.


01. W. S. HAYWARD. La condesa misteriosa. (1864) (**)
Citas:
«Este hombre de conducta severa y penetrante mirada era el coronel Warner, jefe del Departamento de Investigación de la Policía Metropolitana en la época de la que escribo. Se empezó a contratar a mujeres como detectives a petición suya. Hay que confesar que no se trataba de una idea original, pero demostraba que sabía adaptarse con ingenio a las circunstancias, y que no se le caían los anillos a la hora de imitar a aquellos cuyo talento les conducía a tomar la iniciativa en aras del progreso. Fouché, el genial francés, tenía la costumbre de contratar a mujeres para que lo ayudasen a descubrir las diversas intrigas políticas que perturbaban la paz del Primer Imperio.»

Ya puestos, tenemos a nuestra detective formalmente instalada dentro de la nómina de la policía y cuenta con un largo historial de éxitos. Ahora se le presenta un caso por demás extraño (o por lo menos difícil de aceptar): la Condesa de Vervaine, joven y hermosa, ha enviudado recientemente y si bien su anciano esposo contaba con una fortuna respetable, al morir ha dejado una importante cantidad en deudas cobrables de inmediato; pero las fiestas se llevan a cabo en la antigua mansión de manera periódica y con gran pompa. La vida social de la viuda va viento en popa.
El reto está enfrente y nuestra detective no lo piensa dos veces: la investigación comienza de inmediato (menos mal que nunca le lleva la contra a su jefe) y los desvelos dan frutos: pasearse por la mansión a altas horas de la noche, le permite ver a un extraño individuo totalmente vestido de negro, desaparecer por un oculto hueco de una de las habitaciones. La persecución comienza...

02. ANDREW FORRESTER HIJO. El arma desconocida. (1864) (**)
Citas:
«El gran novelista de enigmas, Edgar Poe, ilustra este estilo de escondrijos: hace que el dueño de una carta la coloque en un tarjetero sobre la repisa de la chimenea cuando sabe que van a registrar la casa y peinarla pulgada a pulgada para encontrar dicho documento.»

Un rico funcionario, al que llamaremos Petleigh, que vive en un rustico pueblo, perdido entre los bosques del interior de Inglaterra ha sufrido un robo.
Entre las extrañas actitudes que tiene en mencionado funcionario está la de cargar a todos lados con su vajilla de plata en grandes arcones, demás está decir que son movidos solo por sirvientes de su total confianza. Y cómo en está ocasión, ha tenido que ir a la gran ciudad (no es Londres), pues la mudanza ha comenzado.
Los primeros movimientos se realizan tan solo el dueño de la casa sale por la puerta grande. En breve, el resto de los arcones comenzaran el mismo viaje que él.
Sin embargo... sin embargo. A los pocos días, su hijo aparece muerto a las puertas de su mansión y con el arma homicida aun clavada en su cuerpo. ¿Qué tipo de arma es está? ¿Cuál ha sido el motivo del asesinato? ¿O se trata de un suicido? ¿Porque se dejó el cuerpo en la entrada? ¿O ha sido cargado desde otro lugar?
Dos damiselas que se han contratado como sirvientas son las encargadas de investigar y esclarecer este oscuro asunto.
Por cierto, toda la vajilla, sin una sola pieza perdida, ha llegado a su destino.

Luces estrobo en mi cabeza.
El libro es La carta robada (Poe, 1845).


03. C. L. PIRKIS. Dagas dibujadas. (1893). (***)
Citas:
«No era alta, tampoco baja; no era morena, tampoco rubia; no era guapa ni fea. Tenía unos rasgos totalmente insulsos; la única característica que llamaba la atención en ella era la costumbre que tenía de, cuando se quedaba absorta en sus pensamientos, entornar los párpados hasta que solo se veía una línea del globo ocular: parecía mirar el mundo a través de una rendija, en lugar de por una ventana.
Siempre iba vestida de negro, con un decoro y pulcritud casi cuáqueros.»

Aquí las cosas comienzan a cambiar, antes las detectives de los cuentos anteriores estaban contratas por la policía y debían de explicar lo que hacían y por qué lo hacían.
En este cuento, nuestra detective va por la libre (sigue estando contratada) y toma sus decisiones al momento y sin consultar. Su mente trabaja a una velocidad sorprendente: tiene respuestas para preguntas aun no formuladas.
El cuento es muy al estilo de Conan Doyle: las explicaciones se dan cuando las actividades ya han sido realizadas y el resultado está a ojos vistas. La sorpresa se dibuja en el rostro del resto de los personajes.
La narrativa, la personalidad agradable de la investigadora, la desesperación del solicitante del servicio y el triste final te harán llegar hasta la última línea lo más pronto posible.


04. MARY E. WILKINS. El brazo largo. (1895). (***)
Citas:
«Tengo la teoría de que es imposible que ningún ser humano entre en una casa y cometa un acto de tal naturaleza sin dejar tras de sí algún resto que, para quien sepa sacarle partido, equivaldría a los valores conocidos en una ecuación algebraica.»
«—La mente común piensa que las cosas están dentro de algo o encima de algo —dijo mi padre—. No contemplan la posibilidad de superar la gravedad y lo predecible.»

Una tragedia escrita en seis breves capítulos en un pequeño pueblo escondido donde todos los vecinos se conocen, intercambian productos hechos por ellos mismos y se dan el saludo todas las mañanas.
Nuestra desgraciada victima vive sola con su padre, su madre tiene varios años que ha muerto. Ella pretende hacer su vida, pero no está segura de su belleza, por lo que los rumores de que su novio es demasiado amable con una compañera de trabajo nublan sus días.
Una discusión la noche anterior entre padre e hija abre la puerta para que la desgracia entre por la puerta delantera de la casa y en la oscuridad de la madrugada, el padre sea asesinado. De esto último, no hay ninguna duda.
Lo que causa revuelo es que sea la ropa de la hija la que este manchada de sangre y que puertas y ventanas estén cerradas por dentro.
Un amigo abogado de la ciudad manda a un compañero para ayudarla a salir de este problema, pero es nuestra sufrida detective la que va aportando las pruebas, realiza la investigación y termina juntando todas las piezas para identificar al asesino.

05. ANNA KATHARINE GREEN. El asunto de la puerta de al lado. (1897). (***)
Citas:
«En la penumbra de un sombrío rincón (pues la habitación carecía de luz a excepción de la que entraba por la puerta en la que yo me encontraba) yacía la figura de una mujer bajo un mueble desplomado. Solo resultaban visibles su falda y los brazos extendidos; pero nadie que contemplase el rígido contorno de sus miembros podía dudar ni por un momento de que estaba muerta.»

A este cuento le podría dar fácilmente las cuatro estrellas de extraordinario si no fuera por un solo detalle: el cuento no está terminado. De manera sorpresiva salta a la siguiente historia, dejando las cosas sin terminar.
Pero lo que hay logra que la ambientación, el misterio se hagan presente desde el segundo párrafo.
A toda joven curiosa le parece normal asomarse a altas horas de la noche para ver cómo, de manera natural la llave sale del bolsillo del hombre y se abre la puerta de la casa vecina en donde los habitantes habituales han salido de viaje.
Seguro que se trata de uno de los hijos de los rancios dueños, esos que por más que se les pregunten cosas personales no sueltan prenda.
Qué raro que las luces no se hayan encendido y todavía más raro que el hombre salga corriendo.
Demasiado tarde o muy temprano (dependiendo de cómo sea vea) para meter las narices en la vieja casa, así que antes de tender la cama, la joven detective sale «disparada» a averiguar lo que pueda.

06. GEORGE R. SIMS. El hombre de los ojos feroces. (1897) (***)
Citas:
«En muchas ocasiones nos quedábamos mi marido y yo hasta la madrugada junto al fuego escuchando extraños relatos sobre crímenes y desentrañando misterios que nuestro amable vecino nos contaba. Nos fascinaba seguir los lentos y prudentes pasos con los que nuestro amigo, que parecía más un alegre marinero que un detective, se abría paso por los laberintos, dignos del palacio de Hampton Court, en cuyo centro se hallaba la verdad de los misterios que debía descifrar.»

Un accidente en un lago no profundo pero si peligroso y que se encuentra a tan solo unos dos kilómetros de la casa que habita una hermosa y casadera joven.
Como no puede ser de otra manera, los interesados en ser parte de la familia abundan. Pero sus ojos y corazón están puestos solo en un joven prometedor. Ella no tiene mucho que ha regresado de un largo viaje y la ansiedad por ver al novio no tiene límites, solo que su padre no sabe nada de este asunto.
Como ya dije antes, algo paso en los alrededores del lago y por muy poco la joven ha conservado la vida.
Unas grandes (y que a velocidad meteoro van tornándose morados) marcas en el cuello dejan claro que cualquier cosa que haya sido su encuentro no fue un evento agradable.
La única pista que tenemos es la descripción de un forastero en el pueblo con las características de usar un sombrero de bombín y unos ojos peculiarmente salvajes, inyectados en sangre pero que se comporta como todo un caballero.
Lo sorprendente es que al ser interrogada la joven, no puede aclarar cómo es que esas marcas han sido hechas y que nadie en el pueblo ha sido capaz de confirmar la salida del extranjero.
Este caso solo puede ser resuelto por una detective de la ciudad.

07. GRANT ALLEN. La aventura de la anciana quisquillosa. (1899) (**).
Citas:
«—Es que tenías bicicleta —interrumpió Elsie, alisando la pared a medio empapelar—; y en aquella época, por supuesto, las damas no iban en bicicleta. Debes admitir, Brownie querida, que era una innovación alarmante. Nos aterrorizabas. Pero, después de todo, no hay nada malo en ti.»

El cuento con menos misterios que resolver (ninguno pues).
Eso sí, al mando de la historia nos encontramos con una joven determinada a encontrar su camino en la vida y nada la detendrá. Ni siquiera la perdida reciente de sus padres y que por el momento se encuentra viviendo con la hija de unos amigos de toda la confianza de sus padres.
¿Y cómo llegar hasta Francia desde Inglaterra?
Pues tan fácil como salir a la calle y buscar. Lo que sea que esté buscando lo sabrá en cuanto lo vea.
Y lo encuentra en la forma de una quisquillosa, ácida y cotillona anciana que cuenta no solo con la solvencia económica para contratarla, también con el inicio de un viaje que pasara por el objetivo de nuestra heroína.
El trato será ser su acompañante hasta que ella llegue a su destino.
El resto del cuento va de como defiende a como dé lugar las joyas de nuestra anciana y los problemas en los que se ve involucrada.

08. M. MCDONNELL BODKIN. Las muescas del bastón. (1900) (***)
Citas:
«Siete días después de su llegada, la señorita Brown (alias Dora Myrl) iba bajando las escaleras del tercer hotel una tarde radiante cuando a mitad de camino se encontró cara a cara con un hombre alto de mediana edad que sufría una leve, levísima cojera, y se apoyaba en un sólido bastón de roble barnizado en tono oscuro y con empuñadura curva. Siguió su camino sin mirarlo una segunda vez. Pero aquella misma noche estuvo de charla con la camarera y se enteró de que el forastero era un viajante, el señor McCrowder, que llevaba varias semanas en el hotel; de que realizaba alguna escapada ocasional a Londres en tren, y de que recorría el campo en bici; «un caballero amable, nada exigente, y de modales agradables», añadió la camarera de su cosecha.»

Llegamos a la historia en donde Sherlock viste falda.
En un viaje que más novato del banco más importante de Inglaterra le ha sido asignada la tarea de entregar un portafolio con cinco mil libras. Esta es la historia del asalto al tren del dinero y como una avispada detective de Londres lo recupera utilizando su ingenio, su velocidad para ir en bicicleta y la búsqueda de un hombre que utiliza un bastón (no significa que lo necesite) con una muesca a una altura en particular. Si el bastón tiene esta marca en cualquier otro lugar no es la persona que se está buscando.
¿Intrigado?
Pues espera a ver cómo es que las piezas van cayendo de una en una para resolver el misterio. ¿O creíste que los ladrones ganarían?


09. RICHARD MARSH. El hombre que me cortó el pelo. (1912) (**)
Citas:
«»

Una niña de unos doce años con dos características importantes: 1) ama su cabello negro azabache que le llega hasta las rodillas y que su madre le dice que es precioso  y 2) sabe leer los labios por su madre es muda.
El problema de este cuento es que las circunstancias del robo y captura de los ladrones (ya te conté la historia completa) está dado por una serie de casualidades donde nuestra joven heroína se encuentra en el momento adecuado y viendo de frente al responsable de tomar decisiones: donde encontrarse después del robo; donde dejar el botín; cual es la palabra clave para que se entrega la mercancía y un largo etcétera; agrega la presencia de un detective adulto que tiene la capacidad de dar órdenes y de que sean obedecidas sin dudar.
Qué lo mejor que tiene este cuento es el recorrido por las tumultuosas y sucias calles del Londres de la época, la descripción de esos raros personajes y algunas costumbres ya olvidadas para tomar el tren o pedir un Cabriolet.

10. HUGH C. WEIR. El hombre que tenía nueve vidas. (1914).
Citas:
«Solo hay dos reglas para que un detective tenga éxito: trabajo duro y sentido común; no sentido poco común, como el que relacionamos con nuestro viejo amigo Sherlock Holmes, sino sentido común, profesional. Y, por supuesto, imaginación. Quizá esa sea una de las razones por las que he tenido éxito, como dice usted. Creo que una mujer siempre tiene una imaginación más aguda que un hombre.»

La responsable de dejar claro este asunto, sabe dónde buscar y como es del todo independiente para hacer las cosas, pues no da explicaciones de ningún tipo.
Eso tiene dos consecuencias: que el cuento tenga que ser narrado en tercera persona y que las acciones que la detective en cuestión realiza son totalmente asombrosas y sin sentido alguno para los que estamos leyendo.
Eso significa que a diferencia de los cuentos anteriores, vamos a ser solamente testigos de primera línea de la solución a base de intuición.
Una carta escrita con rapidez; una entrevista donde se aclara que alguien pretende matar al personaje principal, a quien le sobra el dinero; una sobrina como única familia de la cual preocuparse y finalmente el único vicio por el que es famoso: fumar en extrañas pipas (que tiene muchas).
Junta las pistas mientras la cronista nos va contando lo que sus ojos ven pero que su cerebro no tiene la capacidad de relacionar.

11. ANNA KATHARINE GREEN. La segunda bala. (1915) (***)
Citas:
«No. Es una buena suma de dinero, y me vendría bien; pero no pienso malgastar mi energía en un caso en el que no creo. Ese hombre se suicidó. Era especulador y probablemente tuviese buenas razones para hacer lo que hizo. Incluso su mujer reconoce que en los últimos tiempos había tenido más pérdidas que ganancias.»

Cerramos está compilación de cuento con uno muy bueno.
Todo comienza con la pelea de una pareja que tiene un hijo pequeño. Un portazo que provoca que los vecinos se asomen a través de las ventanas, el constante llorar del pequeño y... el escandaloso sonido por encima de todos los demás de un único disparo.
La eventual presencia de un policía, la ayuda de los vecinos para romper la puerta de entrada al departamento y la vista de una desgracia al ver que padre e hijo han muerto, golpeando por dos veces en un mismo instante a la viuda.
Nuestra detective en esta ocasión es una joven de posición acomodada que cobra altos honorarios por sus servicios, que además de todo son requeridos como agua de mayo.
Después de mucho insistir, su jefe (ella trabaja en una agencia de detectives) logra convencerla de tomar el caso (¿cuál caso?) debido a que la aseguradora no quiere hacer efectivo el pago de la prima porque alega  que se trata de un suicidio.
Entre las pistas tenemos un espejo roto y la amenaza de un antiguo amante.
¿Se trata de un homicidio o la aseguradora tiene la razón?
La última pista se encuentra en el lugar menos esperado.

Más información de este libro.

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