domingo, 4 de mayo de 2025

Extraños en un tren [Reseña | Libro]

 Extraños en un tren.
Patricia Highsmith
307 páginas.
1950.



La intriga de esta novela está basada en la idea de un crimen sin móviles, un crimen perfecto: dos desconocidos acuerdan asesinar cada uno al enemigo del otro, proporcionándose así una coartada indestructible. Bruno - alcohólico, con problemas edípicos, homosexual latente- viaja en el mismo tren que Guy -ambicioso, trabajador, adaptado -. Empieza a conversar y Bruno, demoniacamente, fuerza al otro a hablar, a descubrir su punto débil, la única grieta en su ordenada existencia: Guy quisiera verse libre de su mujer, que le traiciono y que puede ahora obstaculizar su prometedor futuro. Bruno le propone un pacto: él matará a la mujer y Guy, a su vez, al padre de Bruno, a quien este odia. Guy rechaza tan absurdo plan y lo olvida, pero no así Bruno, quien, una vez cumplida su parte, reclama al horrorizado Guy que cumpla con la suya...

Citas:
«El desesperado aburrimiento de los ricos, del que a menudo le hablaba a Anne. Una tendencia a destruir en lugar de crear. Y capaz de conducir al crimen tan fácilmente como la miseria.»
«—Ahí es exactamente donde se equivoca. Cualquier persona es capaz de asesinar. Es puramente cuestión de circunstancias, sin que tenga absolutamente nada que ver con el temperamento. La gente llega hasta un límite determinado… y solo hace falta algo, cualquier insignificancia, que les empuje a dar el salto. Cualquier persona. Su mismísima abuela, incluso. ¡Me consta!»

Siendo la primera novel de Highsmith le he puesto más atención del que parece que es lo justo.
Esperaba una historia con agujeros en la historia, personajes planos o situaciones absurdas.
Nada más lejos de la realidad.
Estamos ante la historia de dos caídas: ambos protagonistas de la historia que entran y salen a voluntad de la escritora, que en lugar de hacernos perder el norte, logra que nos vayamos metiendo poco a poco en la mente y la piel de los dos ansiosos y desgraciados personajes. Cada uno de ellos lleva en el bolsillo y la cabeza, pensamientos de libertad, eso que solo se puede lograr quitando algunas personas del camino, tenga o no sentido para los lectores.

Hay que leer entre líneas (sobre todo a Bruno) para identificar la personalidad, el mundo idílico donde vive y se mueve, lo que vive en su cabeza y se mueve con voluntad propia; la necedad con que busca su objetivo y que se ve premiado por el éxito; lo tosco y eficiente de su manera de chantajear a su contraparte.

«¡Un crimen perfecto! ¿Cuántas personas habría capaces de cometer un asesinato perfecto en una isla, con un par de centenares de personas merodeando por ella?»

Para el otro personaje (Guy) el cambio de vida (aunque pareciera que no es así) social, su inminente boda; la vida dentro y fuera de la familia política; el trabajo que es el clavo ardiente al que se aferra para no caer al abismo (¿Lo lograra?); su siempre fiel y perspicaz novia, capaz de leerlo como un libro abierto; la obnubilación a la que su mente se ve afectada (¿Lo dije? ¿Dónde estoy?) que poco a poco lo va desapegando de la realidad; su madre siempre al pendiente, pero incapaz de entender que es lo que le está modificando la vida...

Para el final de este largo y corto camino, primero el alcohol que siempre es bueno llevando al personaje al extremo, un ataque previó de delirium tremens donde el cuerpo se deforma y pierde partes de sí mismo para recuperarlas de manera tan dolorosa como se perdieron, la sensación de irrealidad en la realidad que hace que el personaje dude de todo y de todos, el principio de una paranoia que difícilmente se puede controlar, aunque el médico de cabecera de la familia dice que aún hay esperanza. Para el segundo, el fallido «rescate» del primero, el peso de la carga que se soporta en un entretejido fino de mentiras que cada vez es más difícil sostener tanto para la novia como para él mismo; la decisión final de ser honesto con la persona menos indicada de toda la historia y el remate del detective.

El trabajo de este último se muestra en las sombras, no hay mayor indicio de la investigación, solo breves apariciones donde deja caer una pequeña gota de información, que bien puede tomarse como un farol, algo importante o simplemente nada. Todo lo que tenemos es un conturbenio no aceptado, pero sí ejecutado con graves consecuencias para finalmente en un destello de «genialidad» obtener de la manera menos creíble la confirmación de las sospechas.

«Pero ¿qué era eso que llamaban culpabilidad y que tras la muerte de Miriam había sentido más que ahora?
Ahora se sentía simplemente cansado, e indiferente a todo. Aunque, ¿tal vez era eso lo que siempre se sentía después de asesinar?»

Highsmith demuestra en este, su primer libro, la habilidad para acercar la desesperación y la tristeza en su máxima representación en los personajes, para hacerlos parte de ellos mismos, crea ambientes grises y al mismo tiempo oscuros que van cercando poco a poco, pero de manera inexorable a la víctima. Víctima de sus propias decisiones, de sus deseos, alguno de ellos abiertamente declarados, otros que no sabían que existían. Ambientación y personajes perfectamente creados, con fondo y forma hechos de tal manera, que no sería raro encontrar una persona «real» que cumpliera con estas características.

Valor 9 de 10.
Espeluznante historia bien narrada.

Más información de este libro.

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