miércoles, 6 de noviembre de 2019

El asesino dentro de mí [Reseña | Libro]

El asesino dentro de mí.
Jim Thompson.
Editorial DeBolsillo.
1952.
317 páginas.



Sinopsis
Cautivó a Stanley Kubrick —«la historia más escalofriante que haya leído jamás sobre una mente deformada por el crimen»—, pero será finalmente Michael Winterbottom quien haya conseguido rodar una de las más extraordinarias novelas de Jim Thompson. Dura, afilada, salpicada de frases inolvidables, en ella descubrimos al sheriff Lou Ford, un hombre de apariencia apacible que sucumbe a lo que él llama «la enfermedad»: un espíritu retorcido, criminal, psicópata. En primera persona, como a Thompson le gustaba, Ford se dirige directamente al lector, casi buscando su comprensión: «¿Ha pensado alguna vez que hay muchas formas de morir, pero sólo una de estar muerto?». Thompson sabe introducirse en la mente de criminales pasados de vueltas para dejarse llevar por un realismo crítico y un profundo escepticismo. La máscara de normalidad que envuelve a Ford se va deteriorando, hasta que su dolor, su angustia y su miedo desembocan en una violencia desconcertante y un final asombroso.


Citas:
«El pueblo estaba enclavado en un pequeño valle rodeado de colinas. Apenas había espacio para los nuevos habitantes que se extendieron con sus casas y sus comercios por donde pudieron, y ahora ocupan casi una tercera parte del condado. Eso no es excepcional en una región petrolera… por esta ruta hay muchas poblaciones como la nuestra.»

«—Mmm. No sabía yo que se hubiese hablado tanto. Vamos, no creí ni que se hablase siquiera. ¿Nunca pensó en presentar una demanda?
—¿Por qué? —respondí—. Sólo se trataba de murmuraciones. Conway es un gran hombre de negocios… el contratista más importante del oeste de Texas. No iba a estar complicado en un asesinato, ni ustedes hubieran silenciado una cosa así.»

«La estampé contra la pared, pegándole una y otra vez, y era como machacar una calabaza. Dura al principio, para luego ablandarse de repente. Se derrumbó, con las rodillas dobladas, y la cabeza colgando. Luego, lentamente, centímetro a centímetro, logró enderezarse otra vez.»

«Yo nunca hago las cosas improvisando.» Lou Ford.

Lo bueno:
La narración está en primera persona, por lo tanto no puedes darte una idea de las caras que tienen los que interactuan con Lou. Parece ser que tiene una mente afilada y alerta. Todos sus pasos están calculados para poder salir airoso de las situaciones que el mismo provoca.
El ritmo de la narración, no hay páginas o bloques en la narración que sobren,  generando un final digno de la historia.
La acción se desarrolla en un pequeño pueblo petrolero, donde la riqueza llega de manera sorpresiva, pero no para todos ni en la misma cantidad. Los personajes públicos y prominentes del pueblo hacen gala de su poder.
Los personajes están perfectamente delineados, sobre todo los femeninos. Tenemos los extremos de las clases sociales: una mujer perteneciente a la pudiente, pero venida a menos y una «cualquiera». Ambas mujeres sufren de los maltratos de Lou, sin embargo se sienten atadas a él.

Lo mejor:
El encadenamiento de los acontecimientos, tal parece ser que no hay poder humano ni divino que puedan detener la carrera asesina de Lou, esa «suerte» que le acompaña al cometer cada crimen.
No puedo dejar de sentir lástima por las dos mujeres que aparecen en la historia, ambas ligadas sentimentalmente al agente de policía justo y ecuanime que toda la comunidad reconoce y respeta, sin saber que hay un asesino detrás de esa mascara.
La fotografía que encuentra en uno de los libros de medicina de su padre, tienen un pequeño flash back que sirve para identificar como fue su relación con él y Helena, su mujer, que no su madre biológica.
Los cuatro últimos capítulos son caída libre para el protagonista, pero el no lo sabe o no quiere darse cuenta. Su mundo aun no identifica el grave problema en que se encuentra.

Lo malo:
No pude encontrar nada que no me gustará de la historia


Lejanos tambores de guerra empezaron a resonar en mi cabeza:
Menciona varias veces la frase: la enfermedad.
Todo ese trabajo interno que Luo hace mientras ejecuta, me han recordado a Norman Bates de Psicosis.
Un loco no sabe que está loco.

Valor 5/5
Imperdible en tu colección de Noir Western.
Aquí la película.

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