Los hombres-lobo
Varios Autores.
Serie El ojo sin párpado XLVIII.
1837.
182 páginas.
Sinopsis
Las leyendas y relatos que existen sobre los hombres-lobo se remontan hasta la Antigüedad clásica y cuentan en Europa con una larga tradición, que recoge historias tanto de hombres que siendo mordidos por lobos se transforman en éstos, como de niños que criados por lobos apartados de cualquier relación humana se comportan como tales, o casos de hombres cuyo profundo contacto con la naturaleza los ha llevado a una manifestación de su ser más primitivo o animal. Será el gusto romántico por este tipo leyendas el que lleve a muchos autores a recoger esta tradición y a reelaborarla, acentuando en la mayoría de los casos los aspectos sobrenaturales y conectándola más directamente con el mundo de lo oculto y lo monstruoso.
El botánico inglés Wilfred Glendon es atacado y mordido por una extraña criatura peluda mientras busca la Marifasa Lupina, una flor exótica que sólo florece a medianoche en las heladas estepas del Tíbet. A su regreso a Londres, descubre con estupor que las noches de luna llena se convierte en una fiera ávida de sangre. Un enigmático oriental llamado Yogami, que se presenta inopinadamente en su laboratorio, le explica su caso: su agresor era un hombre-lobo y la víctima de tales seres, si sobrevive a su ataque, se convierte a su vez en hombre-lobo. Este es el guion de werewolf-of-london (1941) y para más información puedes ver está liga.
Mi clasificación para cada narración es la siguiente:
(*) Entretenido.
(**) Excelente.
(***) Imperdible.
El lobo blanco de las montañas de Hartz de Frederick Marryat (1837). (**)
Su autor, el londinense Frederick Marryat (1792-1848), más conocido entre sus numerosos lectores como capitán Marryat, fue un contumaz viajero. A los catorce años se enroló en la Marina británica, distinguiéndose por su valor en la guerra americana. Más tarde, ya como capitán, pasó muchos años navegando por las Indias Orientales. A los 32 años fue nombrado gobernador de Santa Elena. Cansado de aventuras, hacia 1830 se retiró, convirtiéndose bien pronto en un escritor de gran éxito con varias novelas de tema eminentemente marítimo, como Peter Simple (1834), Jacob Faithful (1834), Mr. Midshipman Easy (1836) o Japhet in Search of a Father (1836).
Está es una de esas lecturas que no van con lo que tienes en la cabeza que identificas cómo alguien que es un hombre lobo. La maldición no llega por una mordida, no.
Tienes en tus manos un pequeño tesoro y los espíritus de las altas y nevadas montañas, piden un tributo.
Primera vez y espero que no sea la última, una mujer como loba. El final, como es previsible, tiene un final angustioso.
Hughes, el hombre-lobo de Sutherland Menzies (1838). (*)
UN año después que el cuento pionero de Marryat, la revista neoyorquina Lady’s Magazine and Museum publicó en su número de septiembre otra excelente muestra del género de licántropos, que a partir de entonces pareció afianzarse y recuperar el tiempo perdido, anunciando la avalancha de nuevos títulos que se produciría en las décadas siguientes, con la inclusión de alguna que otra novela como Wagner, the Wehr- Wolf (1846) de G. W. M. Reynolds.
Típicamente gótico tanto en su estructura como en sus ingredientes y desarrollo, el cuento constituye una hábil adaptación de una leyenda medieval inglesa, y su mayor mérito estriba en haber conseguido desplazar la figura del licántropo de su casi obligada ubicación centroeuropea (preferentemente la Selva Negra), tópico que todavía se mantendría bastantes años en otros títulos señeros, como el clásico relato de Catherine Crowe «A Story of a Wer-Wolf» (1848) o la novelita de la pareja alsaciana Erckmann-Chatrian Hughes, le loup (1860).
Una lectura agradable por parte de la escritora. Una vez más no tiene nada que ver con la manera «normal» de que la maldición pase a ser parte de tu vida.
No.
Lo original de esta narración está en hacer pasar al hombre lobo como un hombre caído en la desgracia al perder a su familia y vivir en el ostracismo por su país de origen.
La solución llega por una piel de lobo, incluyendo dientes y garras afiladas, que se encuentra oculta en el lugar menos esperado.
El final, pues, es de cuentos de hadas. Te recomiendo que la leas con mucha atención y sin cuestionar las decisiones del carnicero.
El campamento del perro de Algernon Blackwood (1908). (***)
A finales del siglo XIX, el mito del hombre-lobo estaba plenamente consolidado en la moderna ficción literaria, e incluso contaba ya con su pieza maestra —la novela The Werewolf (1890) de la inglesa Clemence Housman— antes de que el vampirismo lograra otro tanto con Drácula. A ello contribuyó sin duda la incorporación de escritores de más fuste, como es el caso de Algernon Blackwood (1869-1951), el reputado y prolífico autor británico cuya voluminosa obra (más de 150 cuentos) incluye esta pequeña joya titulada «The Camp of the Dog», que ahora se traduce por vez primera al castellano.
El episodio forma parte de su volumen John Silence, Physician Extraordinary (1908), donde Blackwood pretendía sistematizar sus conocimientos sobre esoterismo y sus propias experiencias paranormales, pero acabó escribiendo las aventuras de un investigador de lo oculto (mezcla a partes iguales de teósofo, ocultista y psicoanalista con el típico detective holmesiano) que es solicitado en diferentes partes del mundo para resolver ciertos problemas de índole sobrenatural, a la manera del profesor Hesselius de Sheridan Le Fanu, y prefigurando a otros ilustres «vigilantes del Más Allá» (en palabras de Fernando Savater) como el profesor Challenger de Conan Doyle, el cazafantasmas Carnacki de William H. Hodgson o el doctor Jules de Grandin de Seabury Quinn, entre otros muchos.
Blackwood es un maestro en la creación de ambientaciones cargadas de miedo y tensión. Se toma su tiempo para describir a los personajes y el espacio natural donde ocurrira lo que tenga que ocurrir. TAMPOCO la maldición llega por una mordida.
En este caso, es el amor y el deseo lo que «dispara» la aparición de la bestia de cuatro patas.
La aparición del personaje John Silence, ocupan más de veinte páginas solo dedicados a su magia y explicaciones.
El relato más largo de la compilación.
La caza de Peter Flaming (1931). (**)
LA originalidad es también la principal característica de «The Kill», breve cuento ambientado en la sala de espera de una estación de ferrocarril en el oeste de Inglaterra, que presenta un tratamiento completamente diferente y decididamente innovador de la vieja leyenda del hombre-lobo (con una inédita y curiosa variante: cierta peculiaridad anatómica en una de sus manos, que permite identificarle), sólo unos años antes de que Guy Endore publicara su novela The Werewolf of Paris (1933), la versión más canónica del mito, con un patético licántropo finisecular cuyas atrocidades palidecen en comparación con la carnicería llevada a cabo en las calles parisinas durante la Comuna de 1870.
Una variante más: ahora eres propenso a ser una bestia sanguinaria si el dedo anular es más grande que el dedo corazón de tu mano izquierda. El final, una vez más, se sale de lo que estamos acostumbrados a ver en las películas.
Tabú de Geoffrey Huousehold (1939). (***)
LOS Cárpatos, habitual refugio de vampiros, se convierte también en tierra de licántropos en el poco conocido cuento de Geoffrey Household «Taboo», que forma parte de su volumen de relatos The Salvation on Pisco Gahar & other Stories (1939), y representa al parecer la única incursión de su autor en el campo de lo sobrenatural.
Su principal contribución, luego saqueada hasta la saciedad por el cine, fue la invención de un nuevo e infalible antídoto contra el hombre-lobo: la pieza de plata (en este caso un dólar), recurso tomado en préstamo al folklore escocés (donde es usual la daga de plata bendecida por un sacerdote), que el guionista de origen alemán Curt Siodmak trocó en contera de bastón y bala del mismo material para la película hollywoodense El hombre-lobo (1941).
EL MEJOR final que he podido leer en una historia de hombres lobo. A momentos toma un giro detectivesco sin dejar de lado el peligro que los protagonistas están viviendo, para después volver a girar al miedo que el mencionado tabú deja, literalmente, en la boca de TODOS los pobladores del pueblo.
El Gâloup (1959). (***)
¿Cuáles son los pensamientos de un hombre lobo cuando caza? ¿Es consciente de su estado?
PARA cerrar la antología he aquí un cuento en apariencia muy tradicional en su estructura y en su lenguaje, casi folklórico, que no obstante da otra vuelta de tuerca al tema del hombre-lobo, presentándolo desde el punto de vista del propio mutante, con un final que, para no desvelar anticipadamente, calificaré de sorprendente y desmitificador. Sin duda no debe de ser casual que esté escrito en francés, totalmente al margen de la tradición anglosajona, por un francotirador inclasificable que a pesar de ello, y gracias a su sentido muy particular de la poesía, el misterio y la ironía, se ha ganado un merecido puesto en la escasa nómina actual de los cultivadores de lo que nuestros vecinos llaman fantastique.
En general, la lectura de todos y cada uno de los relatos, te abrira la mente a la hora de pensar en cómo es posible que una persona pueda vivir como licántropo: desde aquellos que, conscientes de su estado, lo lamentan, hasta aquellos que disfrutan del poder y capacidad extra que ser un lobo da.
Más información de este libro.
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